viernes, 16 de septiembre de 2011

La bandera gigante

No han abierto las compuertas cuando había que abrirlas, pasamos justo por ahí y no, nada, tuvimos que quedarnos afuera mirando hacia cualquier parte, ni siquiera se si era otoño o primavera y había otros, parecía que fueran muy pocos pero a veces unos miraba de nuevo y eran casi un millón y yo no sabía si era pleno otoño o la primavera ya estaba concluyendo, creo que nunca supe si era el centro o mas bien era el centro de cualquier barrio, aunque yo creo que si era el gran centro donde pasé varías veces y cruzaría otras muchas más a través de los años.
Somos extranjeros- me dijo, o me dijiste- y funcionarios izaron una bandera gigantesca al centro de una avenida-oficina, porque era como estar adentro bien adentro esperando que pusieran cortinas por un poco de intimidad y abrieran las compuertas comunes donde no saldría gente, y ni siquiera entraríamos, para que todo este centro periferia quedara vacío así como cambiar una calcomanía, un perfume. Como dije, regresé, y he vuelto a pasar por ahí a través de varios años, y a la pregunta de si ¿han abierto las compuertas cuando pasaste? respondí a veces: ¿cuales compuertas?

jueves, 26 de mayo de 2011

Poemas en Santiago

Poemas de Santiago

Hay miradas inolvidables, insondables, de una profundidad que no se
sabe cuando partió, llenas en el terror caliente, párpados entreabiertos, rabia y ausencia. Las cortinas heladas continúan esa perplejidad, como un desfile de ciegos en medio de dos tierras en guerra fratricida.

Hay empujones y golpes y tardes que nada tienen de místicas, solo dinero y calor
En el metro y la micro pasamos suspendidos en ambigüedad,
entre un recreo y mintiendo sin ejecutar voluntad, sin hablar
¿Si desaparecieran los del asiento próximo, y queremos que sean felices,
adonde aparecerán?
Los queremos dormidos indefinidamente
Los queremos nadando
Creciendo con sus hijos
¿Adonde irás tú, el del asiento de adelante, al que solo veo pelos negros,
si desaparecieras ahora de improviso?
¿Donde estamos al pensar y no pensar en eso?

Yo quisiera en días largos e inútiles mirar fijamente a una mujer a los ojos como siento la música que amo, a cualquier mujer no una en especial, ojala desconocida. Cerrar mis ojos y dormirme así, sin saber si sigue mirándome y después, despertar solo, sobre una cama, en una habitación vaciada, con la sensación de que los seres vivos somos lo único real.
Esperaría el agua de los océanos sentado en el comedor, sería el hipnótico abrazo internándose por las casas del barrio. Bajaría escaleras hasta los antepasados muertos, y que sin decirnos nada, nos miremos con sonrisa de jardín nocturno,
sin apretón de manos y con ninguna envidia.

En la tristeza del organillo la tarde se haga mil aeropuertos
regresar muchos años atrás a encontrarme con el niño poeta
y juntos tocaremos las campanas que despierten la ciudad.
Quizás cómo me observaría, porque yo, el adulto, contaría con el deber
de comprender la situación, desechar pormenores,
pero creo que el me miraría de reojo a veces,
no podría defenderlo de mí.
Un día, una mañana fría o caliente, nos perderíamos el uno del otro,
entre las multitudes que ayudamos a despertar juntos.
Yo me quedaría en ese pasado, esperando, hasta que al cabo de
muchos años el volviera, otro tipo, nada que ver, con preguntas
y diálogos agotados rápidamente tras ser dichos
ya no saldríamos a tocar campanas, y el envejecimiento
se confundiría con el crecer, y las promesas con las consecuencias.
Sería la hora de caminar solo, y tal vez, de componer música, música sin letras.

Mas nada de eso hay, solo una ciudad zoológico donde todos añoramos ser espectadores aventajados de las demás bestias. Y rostros repitiéndose tanto que ya parecen palabras sueltas. En el animal está la palabra animal varias veces, por eso los gritos en el baño, sobre la cama: ¡Animal! ¡Animal! ¡Animal!
y una novia que teje frases tales como, “velos rosáceos”, “deseo que va mas allá
de la vida de pueblo”, “mañana de clarividencias”, “partir para siempre
en tren un domingo”, etc. Así, la muchacha continúa hilvanando frases una vez ya acostumbrada nuestra joven desilusión, y los colmillos del animal son la esperanza que nos deja en forma de carne y viento, cuando ya lo queríamos olvidar todo, o
casi todo.
El camino partió en un lejano invierno, todavía estoy en el
y a veces casi suena excéntrico que no muramos en cualquier momento,
sin causa definida.
Quisiera que alguien subiera, que nadie bajara
Quisiera que nunca fueras a ser disuelta tiernamente en la tierra, porque eso son
solo unas palabras, además no se quien eres y esa
es mi libertad, cuando vuelvo a casa solo.

Fábulas en el parque

Fábulas en el parque


Fábulas en el parque
en las mentes adyacentes
no está la presencia la imagen
pero es tan real que desaparece
o asemeja una vieja de cera
que la ventana muestra al destino
más no creemos en ese destino
o en alguno
solo hay plantas, versos, imágenes
queridas y raras
y maleza, vidrios, son todos testigos
anárquicos del suceso
de separar el tiempo en los tiempos
tiempos de cera, tiempos encumbrados
en manos dulces,
sabor a galletas en el mueble frente
a los jarabes
gente girando bajo paraguas,
lluvia apenas resuenas sobre nosotros
giramos como un trompo
debajo de las sabanas escucho
a la muda preparando un té
en la cocina
si estuviera ahí de nuevo le diría a los ojos
no existes
y ella diría: si me miras, eres la ventolera
solo yo no quiero ser, sumergido
completamente bajo las sábanas,
¿que esperaba con eso? ¿quería ser una
ventana entre dos ex jardines?
estás en cama
¿estas despierta?
estás muerta, y aún así no quieres contarme
tu pasado
ventolera esos que giran bajo los paraguas
como que tartamudearan
solo tu no existes, completa sonámbula
vieja
preparando el te con leche una mañana
cualquiera de 1985
este será el ultimo invierno repetías
y los años pasaban, y pasaron
hacia la cordillera partían, corriendo entre
los dientes, las montañas sin corona,
y del otro lado, una pampa interminable
si pudiera volver allí y mirarte a los ojos
te diría no existes
Explotaron bombas y en la radio hablaban de extremistas
para nosotros era la ilusión del comienzo
de algo breve,
una diminuta aventura verbal
que los llevara a todos mas allá,
aunque mintieran
el sonido lejano de un bombazo
y algo raro existía
y era también como un sueño
impersonal del que nadie despertaba
porque ninguno se atrevía serenamente
a mirarse a la cara un buen rato
un niño de cera que la ventana muestra al futuro
y el mundo nos quería comer con su deseo
sin ojos, sin edad
los pasillos de nuevo importaban menos
que los hombres
blanco era el viento, blancas las avenidas,
el dolor como que estaba en otra tierra,
en un país de mudos
presiento que nunca sabremos donde
Que la ventana muestra al destino
Yo ya me estoy levantando con mis nueve años
entre otros dos mil millones de niños
de un mundo redondo, pequeño y
extraño,
suelto entre el universo como una flor desconocida
sobre los ojos de un muerto.