miércoles, 20 de octubre de 2010

La doble

Una mañana de trópico ella salió del agua
a encontrarse con su doble (que era mi esposa)
y ambas partieron con destino incierto,
mientras yo me encerraba en el baño a no entender nada,
a detener el juicio entre dos soles.
Partieron como un volantín inventado antes que los niños
(en las plazas irán mintiendo que son gemelas)
Y antes que sus siluetas se perdieran
ya en el ocaso
salí a la calle y me detuve en la esquina, observándolas
y sonreí, porque de algún modo sabía
que volver no sería realmente volver

Pasaron muchos años
Yo vivía en otra ciudad, otro país
donde todos éramos extranjeros
Y nadie tomaba fotografías a menos
que estuvieran muy borrachos
Habían pasado años entonces,
yo seguía siendo un extranjero
de mis propios valores
cuando la vi, a una de las dos, por el ventanal
de una tabaquería donde estaba tazando
pipas y billeteras
la vi de la mano de un niño, cruzando la calle azulada
y tendí mi mano hacia el aire
entonces, breve, acotadamente (pensé),
nos cruzamos las miradas
ella me observaba con curiosidad,
y algo dijo entre labios, una palabra
fantasma
(el niño estaba tan abrigado y elegante
con un gamulan en miniatura)
Salí a la calle (¡la ventolera!)
Ella no me conocía, hablaba otra lengua

- ¿Y el doble?, le dije
“Double”, repetí, para que me entendiera
- Oh!, exclamó, ¡the double!, murió la semana pasada,
vivimos encontrándonos y separándonos…
Yo fui, alcanzó a decir, casi inaudiblemente.
- ¿Y tu hijo?
- Es hermoso, es lo único que me importa de el
- ¿Y quien es el padre?
- Un marinero que se hizo poeta
y luego murió
- ¿No me recuerdas?
- Si, una esquina, una mañana de trópico. Estábamos
casados ¿verdad?
- Si, nos sentíamos más seguros juntos
- Ah…ahora solo busco un lugar más hermoso
que el (y apuntó al niño) para que pueda tener
sueños buenos al dormirse
- ¿Porqué te fuiste con la doble?

Pero ya no me entendía, de nuevo hablaba en otra lengua
y me miraba con curiosidad y hasta burla (pensé entonces,
ahora no creo que haya sido así)
El niño la tironeó y el frío azulado era tan heterogéneo (recuerdo
que no sentí miedo sino frío)
tan heterogéneo e impersonal que se me
humedecieron los ojos
Cruzaron la calle y se subieron a un bus.
Yo me quedé parado en esa esquina
con los ojos húmedos, un rato
porque sabía que volver no era
realmente volver.